A la una y media de la madrugada del veintinueve de Mayo, las campanas de todas las Iglesias de Constantinopla empezaron a sonar, anunciando la batalla final. Sería la última vez que sonasen, después, vendría el silencio impuesto por la Sublime Puerta.
Todo estaba perdido, los turcos tenían totalmente rodeada la ciudad y poco había ya que hacer.
Al amanecer, Constantino XI, viendo que el Imperio Romano de Oriente, fundado por Constantino I el Grande caía, decidió morir con él. Miró a su alrededor, vio la Puerta de San Romano y recordó que ante todo era el Emperador. Se despojó de las insignias imperiales, espoleó su caballo y se lanzó sobre los jenízaros. Se perdió entre ellos, nunca más se supo de él. Cuenta la leyenda, que antes de morir, la Virgen María lo convirtió en una estatua de mármol, y que algún día llegará un ángel que despertará Al Emperador de su sueño y recuperará Constantinopla para su legítima dueña, la Santísima Virgen María.
martes, 3 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
muy buena lectura!
ResponderEliminarmafia-fuvk.blogspot.com
ahi hay de todo...ahorita nada pero aportando ideas se pueden hacer grandes cosas...el blog es liberal!
salu2